domingo, 1 de mayo de 2011

Juan Pablo II, beatificado

Más de un millón de personas asisten en la Plaza de San Pedro del Vaticano a la beatificación del Papa Juan Pablo II.
Foto: EFE

Aunque a muchos haya causado sorpresa la beatificación de Juan Pablo II por parte del actual dirigente eclesiástico  Benedicto XVI, si se analizan las razones de éste para hacerlo nos encontraremos ante cualquier sensación excepto  la extrañeza.

Hemos de recordar que la relación entre Wojtyla y Ratzinger se remonta a la época del Concilio Vaticano II en el que los dos participaron como obispo y como asesor teológico del cardenal Joseph Frings, arzobispo de Colonia respectivamente. Fueron elevados a puestos de la más alta potestad eclesiástica y por ello se esperaba que pusieran en práctica las reformas propuestas por el Vaticano II entre las que se encontraban la creación de “la Iglesia de los pobres”. Sin embargo, sus quehaceres se alejaron de tales proyectos.

Una vez ascendidos al papado, se produjo en el ámbito eclesiástico un giro sobresaliente pasando del pensamiento crítico al pensamiento único, de la autonomía de la Iglesia local a su control,  de la iglesia como Pueblo de Dios a una iglesia jerárquico-piramidal, etc. Los intereses de uno y otro caminan pues al unísono.

No hay que olvidar que es gracias a Juan Pablo el nombramiento de Benedicto XVI como presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, adquiriendo bajo mandato del primero un poder total en cuestiones administrativas, morales y doctrinales.                    
Y es que el refrán dice que “es de bien nacidos ser agradecidos” así que qué mejor forma de llevarlo a la práctica que beatificando a su antecesor Juan Pablo II.

Es así como desde primera hora de la madrugada, la Plaza de San Pedro del Vaticano se ve rebosar ante la expectación de decenas de miles de españoles, italianos, franceses, polacos y latinoamericanos que no han querido perderse un evento histórico de tales magnitudes en el cual sin precedente alguno un papa proclama beato a su predecesor.

"Aquella carga de esperanza que en cierta manera se le dio al marxismo y a la ideología del progreso, él la reivindicó legítimamente para el cristianismo, restituyéndole la fisionomía auténtica de la esperanza", dijo Benedicto durante la ceremonia.

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